A todos los teatristas de Monterrey:
Si hacemos un rápido ejercicio para saber cuántas funciones continuas tienen que darse antes de que un montaje escénico consolide su nivel, llegaremos a la conclusión de que se requieren al menos 15. Quince funciones, mínimo, para que la obra montada tome su ritmo y tono, para que los actores nivelen su participación, para que el público se dé cuenta que esa obra está en cartelera y para que el milagro del teatro se cumpla día con día, como si fuera una función nueva cada vez.
Después de esos quince días el público empezará a acudir, motivado más por los comentarios de boca que por la escueta y mínima publicidad que cada grupo o compañía puedan pagar para anunciarse.
Si la obra funciona, va a quedarse más de 50 y tal vez hasta 100 representaciones. Si no funciona, al menos se habrán dado unas 25 o 30 funciones que permitirán amortizar gastos de producción, pagar actores y cerrar la temporada sin frustraciones, ni dudas acerca del trabajo que se realizó.
En Monterrey es imposible llegar a quince funciones, pues las cuatro salas de cámara con instalaciones técnicas y cómodas para el espectador, tienen sobredemanda de ocupación y solo pueden ocuparse por tres fines de semana o a veces solo uno. Entonces:
¿Cuál sería una función efectiva, ecléctica, estratégica, volitiva y justa que pudiera hacer CONARTE, para promover el teatro de ideas, frente al teatro comercial, que con sus recursos logra hacer éxito cualquier tipo de montaje?
Creo que la respuesta más lógica sería adaptar locales de cámara en espacios máximos de 200 metros cuadrados, equipados con iluminación, ventilación, y facilidades de estacionamiento.
En los años sesenta los teatros de cámara se hicieron de esa forma. Con tarimas recicladas, con sillas reconstruidas, con aparatos de aire reparados. Casi no fueron construcciones sino adaptaciones y adecuaciones en espacios prestados por instituciones, en escuelas, dependencias, bibliotecas, en plazas y kioscos.
Con diez pequeños teatros de cámara, estratégicamente ubicados en el área metropolitana, se cumplirían una serie de funciones que las instituciones culturales del estado y los municipios tienen la obligación de ejecutar. Estos locales podrían programarse con los grupos y compañías profesionales que constantemente andan en busca de espacios para expresarse.
Y tampoco se demanda que todo sea gratis, no. Pueden formularse convenios en los que cada grupo pagaría su producción y su nómina de actores, creativos y técnicos, además de hacerse responsable del cuidado de las instalaciones.
¿Y CONARTE?
CONARTE por su parte ofrecería el local, el anuncio diario de cartelera en prensa y en su sistema de comunicación social en redes y pediría a cada grupo un determinado porcentaje de las entradas que genere su temporada, para aplicarse a costos de mantenimiento y energía del local. Además de cumplir con la función de promoción y difusión de la cultura y de sus artistas locales, se estarían generando fuentes de trabajo, no solamente para actores, sino también para técnicos, empleados de mantenimiento proporcionados por CONARTE y asignar estudiantes de teatro en servivio social.
Algunos funcionarios dirán en contraparte que es un proyecto que requiere mucha inversión y que es utópica su realización. Apoyado en mi experiencia en la producción y la promoción, pienso que no es necesario erogar tanto. Se requiere antes que nada, voluntad política, deseos auténticos de que la cultura local se enriquezca en forma plural. Sobre todo, estar del lado del artista, del que crea, no solamente del burócrata o empleados de confianza. No dejar que los programas culturales naufraguen en la burocracia o se favorezca únicamente a los que vienen del centro y que siempre se estén implementando talleres—muy costosos– y programas que dicta la Secretaqria de Cultura Federal.
Hay que reestructurar totalmente la promoción, antes que todo.
Porque, yo insisto, la literatura, la música –en el caso de las orquestas, no– son artes que no requieren muchos recursos de producción. Una exposición de pintura no cuesta gran cosa. Las artes escénicas, el teatro y la danza son caras, el artista no puede asumir solo el compromiso, por más que quiera.
Desde la creación de CONACULTA y ahora peor con la Secretaria de Cultura Federal se ha repetido en todas las entidades del país, la formación básica de talleres y se ha descuidado al artista ya formado, al creativo; pues únicamente se reparten unas cuantas becas y le dicen: a ver, ponte a hacer la producción tú. ¡No, no debe ser así! La beca debe ser para estimular a los muchachos que estudian, no para crear un movimiento de producción teatral o generar un público.
Hay suficientes creativos en el teatro de Nuevo León que tienen que refugiarse en el teatro comercial para poder subsistir.
Hay que estimular el teatro de ideas, el de la concientización. Y no dejar la mesa servida para lo comercial y sobre todo, lo que viene de fuera… Ese es otro cantar en la administración. Copiamos las ideas centralistas y únicamente ganan dinero con viajes, hospedajes y comida los que vienen de fuera a dar talleres, descuidando la producción local.
Para que la producción se agilice, se generalice y crezca…
Para empezar en el Teatro de la Ciudad que tiene tantos espacios para construir afuera como salas de cámara de teatro, música y danza, está solamente el mismo teatro de cámara que yo abrí cuando estuve en el Teatro de la Ciudad, de 1987 a 1995, hace TREINTAY CUATRO AÑOS. La sala experimental, la quité de café teatro, le dí el concepto de sala experimental porque hacía falta una sala pequeña. Y al paso del tiempo… ¿Cuál es la única sala que se llena en la ciudad?
LOGICO, la que se encuentra en el centro para público de todo tipo pero más representativo de las clases medias.
¿Cuántas salas experimentales se necesitan en un área metropolitana?
Un mínimo de diez, en los diversos municipios. ¿Para qué? Para que de esas salas el teatro local tenga su desarrollo. Pueden ser 15, 20, 30, 50, 100 funciones si tiene éxito y no dos fines de semana y a otra cosa mariposa. Han equivocado totalmente la vocación. El estado debe producir o coproducir, no dejar siempre la producción en manos de los artistas a menos que se trate de espacios independientes. Tema sobre el que estamos trabajando para crear una LEY DE ESPACIOS INDEPENDIENTES que CONARTE favorezca, que las autoridades fiscales y municipios exenten impuestos y “moches” de inspectores de espectáculos, que CONARTE difunda la cartelera en los medios de comunicación que maneja. Allí deben incluirse los trabajos profesionales, serios de los artistas de Nuevo León.
Montan una obra y la hacen un fin de semana. Lo que ganaron el fin de semana y el otro, con eso viven dos, tres meses muertos de hambre. Y luego vuelven a hacer otra obra y va a pasar lo mismo. No les desarrollan su oficio, no crecen intelectualmente, no crecen profesionalmente, no crecen corporativamente, ni solidariamente. Hay unas individualidades terribles y liderazgos detrás de las becas. Entonces, ¿qué se han hecho? Pues se ha hecho una mala costumbre, se ha declarado al teatro un damnificado, además de que se le da un trato como en desarrollo social: migajas.
¡No, no estamos pidiendo migajas!
Estamos exigiendo producción teatral digna. Una compañía estatal, de la ciudad, 10 ó 12 salas de cámara, donde puedan los actores hacer y desarrollar su obra y madurar su trabajo Una Ley de espacios independientes y una ley de vinculación con todos los municipios del estado. Tenemos que crear fuentes de trabajo en nuestra tierra, para que no todos los artistas de las artes escénicas deban emigrar para dignificar su oficio y realmente hacerse profesionales en su rama.
Texto escrito por Luis Martín para el 3er Congreso Estatal de Teatro N.L. y actualizado para TAV, en su 2º número, 20 de Julio, 2021.