Una definición general de la cultura visual integra lo que se ve y lo que no se ve en un ambiente cultural específico. Alexis L. Boylan abre este libro estableciendo una posición crítica al respecto de toda cultura visual: lo que no se ve, fue omitido por alguien; somos nosotros los que tenemos el control para hacerlo o son grandes corporaciones y gobiernos quienes omiten elementos visuales para manipularnos. Boylan, escribe este libro porque está consiente del continuo crecimiento de los estímulos visuales y las pocas herramientas que se nos ofrecen para pensar sobre lo que vemos. La autora, profesora asociada del departamento de arte de la Universidad de Connecticut, propone que nos preguntemos constantemente el qué, dónde, quién y cuándo de lo que vemos, como herramienta para enfrentar la creciente cultura visual contemporánea.
Hay cuatro capítulos en el libro, cada uno dedicado a una pregunta y con la misma estructura didáctica: primero se muestra una imagen y la autora describe el contexto alrededor de ella; acto seguido, Boylan nos guía a través de la pregunta correspondiente al capítulo (qué, dónde, quién o cuándo) para citar argumentos y autores que abren la interpretación inicial de ese acontecimiento visual.
En el primer capítulo, la pregunta guía es el “qué” y la provocación con la que inicia el capítulo es el proyecto artístico Material Speculation: ISIS de Moreshin Allahyari, específicamente una impresión 3D con material plástico, llamada King Uthal (2015). La escultura plástica es una réplica (incluso del nombre) de la escultura que fue destruida por ISIS al tomar la ciudad de Mosul en Irak en 2014. Boyle escribe una interpretación de esta pieza de arte, para detonar tres preguntas ontológicas: ¿Qué es el deseo y para quién?, ¿Qué es la Cultura Visual? Y ¿Qué es la potencia de lo visual? Boyle responde a la primera pregunta desde tres referencias: el aparato teórico de W.J.T. Mitchell en What Do Pictures Want y dos imágenes, la pintura de Pygmalion y Galatea de Jean-León Gérome y una fotografía de una canoa, vestigio de una tribu en el amazonas (de autoría de Scott Wallace, “Flecheiros Canoe” de 2002). La autora argumenta que nosotros aportamos al significado de las imágenes, hay un deseo nuestro que nos lleva a interpretar; como es claro en la historia de Pygmalion. Pero también menciona que la visualidad nos obliga a integrarnos a la creación de significado, que hay un propósito detrás de cada imagen; como es la clara consecuencia de la cobertura mediática alrededor de uno de los últimos sobrevivientes de la tribu de los Flecheiros, en el amazonas (uncontacted tribe until then). Lo anterior funciona como fundamento para que Boyle responda a la segunda y tercera pregunta. Ella utiliza la historia del arte y teoría del cine para explicar que la cultura visual es todo lo que fue creado para ser visto (29). Pero luego ¿qué nos permite ver la cultura visual? Boyle responde que su potencial radica en ampliar el conocimiento de la realidad. Cuando nos preguntamos sobre la cultura visual, no solo conocemos sobre lo que hay representado en las imágenes, sino que nos preocupamos por entender ¿qué es real, qué obligaciones tenemos al ver(nos), y qué entendemos del mundo que nos rodea?
En el segundo capítulo, la pregunta es el “dónde”. La provocación es un trabajo escultórico de Sam Durant: “Scaffold”, en el Jardín de las Esculturas de Minneapolis. La pieza de arte, junto con más de 50 trabajos de otros artistas, fueron parte de la inauguración de dicho espacio en el verano de 2017. El motivo de esta exhibición pública fue la reapertura del Jardín de las Esculturas consecuencia de la alianza entre el Walker Art Center y el Minneapolis Park and Recreation Board. Las descripciones de la pieza de arte (tanto del artista como de la institución de arte) coincidían en que el trabajo eran una forma de “examinar las políticas racistas y genocidas de los Estados Unidos” (45), entre 1859 y el 2006, pero los habitantes de la ciudad, en particular los que tenían relación con las culturas indígenas, interpretaron el tema como: un posicionamiento que excluyó la opinión de los habitantes de Dakota, hecho por un no indígena y con el potencial de re-traumatizar a los visitantes indígenas. Los protestantes calificaron el acto como una falta de respeto, por haber sido instalado en un parque público y con la intención de que los niños lo usaran como un espacio de juego.
Alexis L. Boylan utiliza este evento para explicar la diferencia de una mirada desde adentro, a una desde afuera. Se refiere a esta dicotomía en su dimensión geográfica, pero también ideológica, la compara con la dicotomía entre el pensamiento occidental vs todo lo que está fuera de él. Con otros ejemplos del arte (The Dinner Party by Judy Chicago, 1979) y la cultura pop (“Apeshit” video by JAY-Z And Beyoncé), Boylan explica la forma en que los museos y las corporaciones plantean la estética “adecuada” de un momento histórico, y como es que eso permea a nuestras formas de cohabitar socialmente. Al final del capítulo, retoma el caso del Jardín de las Esculturas de Mennneapolis para dejar claro que el “dónde” toma su significado de acuerdo a un “quién”.
En el tercer capítulo, la pregunta es el “quién” y la provocación parte es un cartón político de Barry Blitt para la revista New Yorker de Julio de 2008: “The politics of fear”. La portada ilustra a “Michelle and Barack Obama giving each other a fist bump” en la casa blanca. Él vestido con ropas del medio oriente y ella vestida de forma alusiva a los Black Panters, junto a la bandera norteamericana que se quema en la chimenea que se encuentra debajo de una pintura de Osama bin-Laden. Boylan reproduce el debate principalmente racial que se levantó en medio de la campaña electoral de los Obama para argumentar que el significado de los cuerpos es manipulado por la forma en que se les representa y en que son vistos. Los cuerpos están atrapados en “racist, gender-conforming, sexist, ableist, ageist visual paradigms” que la cultura visual solamente replica, y las nuevas tecnologías solo están reforzándolos (95). Lo hacen a través de fenómenos como “la selfie” y la circulación masiva de las imágenes creadas bajo la visión de la opresión. Boyla argumenta que el arte es una forma de luchar contra el predominio de las formas de representación visual que dañan los cuerpos y sus relaciones de empatía social (134-135), y emplea los ejemplos de artistas visuales como Mickalene Thomas (A Moment’s Pleasure in Back and White, 2008), Jennifer Stainkamp (Diaspore 1, 2014) o Brian Bishop (Untitled, Rumination on Borders I, 2019).
En el cuarto capítulo, la pregunta es el “cuándo” y la provocación comienza con la noticia de la primera imagen de un black hole que se ha logrado hasta ahora (ya que parte de su naturaleza es ser imperceptible a la vista, porque succiona la luz a su alrededor). Fue publicada por The European Commission, European Research Council and The Event Horizon Telescope Project, en Abril del 2019, pero no fue una imagen que provocara ningún tipo de transformación en nuestro imaginario sobre el espacio, la gente en redes sociales criticó que fuera una simulación, una imagen digital creada por medio de la interpretación de datos. Boylan nos habla de la manera en que la cultura visual conforma nuestra percepción del tiempo. La humanidad documenta visualmente su presente y eso nos ayuda a medirnos en relación con el pasado y el futuro. Las imágenes del espacio son un ejemplo, un día vimos la tierra desde la luna y nuestra concepción del planeta cambió, hoy documentamos el cambio climático para medir nuestra relación con el tiempo que nos queda, frente a la catástrofe provocada por el antropoceno. La autora usa aquella imagen de un black hole como analogía de la cantidad de imágenes con las que hoy leemos la realidad. Muchas de ellas son datos (las representaciones de mapas en un GPS por ejemplo), y argumenta que lo que determina que confiemos o no en ellas, es la cantidad de información que tenemos de las autoridades, ideologías e historias que tienen integradas.
Boylan concluye el libro con una incitación a mantener nuestra actitud crítica frente a lo que vemos “we can’t go aroun visual culture; we must go through it” (186) y la forma de lograrlo es teniendo siempre una actitud cuestionadora. que nos preguntemos constantemente el qué, dónde, quién y cuándo de lo que vemos.