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Un pueblito en la cima de las montañas del sureste mexicano, con fuerte olor a pino y fogón, nos aguarda paciente: caminar las empedradas calles supone respirar aroma a café de olla y tamal de chipilín. Al horizonte se observa la serranía que reverdece; a veces, en los días húmedos la cordillera se confunde con las nubes formando una estampa luminosa. A la noche el frío congela las coyunturas, las luces contrastan con el rojizo de las tejas que pueblan los techos de los hogares, mientras la marimba tintinea inacabable como canto de grillos. En el parque principal se encuentra la mítica Plaza de la paz, donde fueron los diálogos en el conflicto armado de 1994; y su imponente catedral, joya del barroco, morada perpetua de Samuel Ruíz, aquel párroco jesuita defensor de la teología de la liberación y que los indígenas tsotsiles y tseltales nombraban “tatik Samuel”.

Ahora imaginemos al ingenioso hidalgo, rocín flaco y galgo corredor, habitando estos lares. Un antihéroe en nuestra contemporaneidad que viene a luchar contra el gigante invisible del COVID19 y lo hace en “coletos terruños”, nombre como coloquialmente se le conoce al “Valle de Jovel” o San Cristóbal de las Casas.

Derivado de la convocatoria “El Arte Ayuda” del Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Chiapas y la Secretaría de Cultura federal, Walter Ozuna nos ofrece una adaptación de “Don Quijote de la Mancha” aterrizada en este pintoresco pueblo chiapaneco. Este se puede presenciar en el siguiente link:

https://www.facebook.com/ConecultaChiapasOficial/videos/644846942804309/

El trabajo se construye mediante una variedad de herramientas audiovisuales: voz en off clara, música ambiental y recursos sonoros ambientales que favorecen el ritmo, grabación en diversos planos donde destacan las tomas generales que permiten apreciar la singularidad del paisaje y un meticuloso trabajo de edición. Esto sostenido por actuaciones en lenguaje teatral y tono fársico. Una itinerancia teatral videograbada que sucede en el tiempo actual.

Walter Ozuna interpreta a Alonso Quijano, Don Quijote de la Mancha con vocación entrañable; sus rasgos físicos y edad podrían ser similares a los del célebre personaje de Miguel de Cervantes. Por otro lado, sorprende gratamente la irrupción a cuadro de Ivan Maldonado “El Inge”, apodo para nada gratuito, pues Iván es uno de los técnicos e iluminadores más experimentados en el teatro chiapaneco. En esta ocasión el “Inge” brincó al ruedo de la actuación interpretando un Sancho Panza pícaro y bonachón.

Por medio de pequeños cuadros y la voz en off narrando en acompañamiento acompasado, los personajes habitan lugares emblemáticos de San Cristóbal de las Casas: el barrio de “Cuxtitali” periferia habitada por matarifes de cerdos; “donde la vida del “cochi” no vale nada”, suben a la gloriosa iglesia de “Guadalupe”, sitio en lo alto desde donde se obtiene una vista inigualable de la ciudad, también caminan por el andador guadalupano, el corazón turístico de San Cris donde la vida bohemia explota sin cesar y finalmente concluyen el recorrido a los pies de la imponente catedral de la ciudad donde todas las noches venteras tsotsiles ofrecen empanadas, champurrado y café para combatir el frio intenso de las madrugadas. Lo anterior permite que por medio del peregrinar de dos juglares erráticos podamos conocer este hermoso sitio de la geografía chiapaneca. Ambos personajes poseen un destacado manejo corporal y vocalidad humorística lo cual permite construir un trabajo pertinente, a veces cómico, pedagógico, brincando a la sátira política de actualidad e incluso en la dimensión de la promoción turística, pero siempre en clave de farsa.

Llama poderosamente la atención el manejo del tiempo donde coexisten en armoniosa sincronía dos planos que se superponen: de un lado el tiempo interno del montaje, donde los actores existen dentro de la historia y el que muestra el contexto actual de la vida cotidiana en donde sucede la acción dramática. Se observan peatones, venteras de antojitos, jóvenes practicando skate y autos transitando las calles. No se busca en las tomas de video ocultar el entorno, al contrario se muestran como elementos escenográficos y ambientación circunstancial que acompañan la grabación. Todo esto en veinte minutos de duración. Una proeza el abstraer la anécdota de un libro que consta de cincuenta y dos capítulos.

Como en cada adaptación teatral o audiovisual los fanáticos de este clásico literario esperamos con ansia sorprendernos ante la escena donde el caballero de la triste figura lucha contra los gigantes de viento. En esta ocasión fue resuelto con Don Quijote, con cubre bocas quirúrgico, peleando chistosamente ante uno de los símbolos más representativos de San Cristóbal de las Casas: una cruz que se halla enclavada en la “Plaza de la Paz”, mientras a lo lejos se escuchan los sonidos de la ciudad y Sancho Panza, también con cubrebocas, intenta disuadir a su amo de tan ridícula empresa. Lo anterior a la vista de los transeúntes nocturnos que observan encantados la escena.

Es necesario advertir que el trabajo mantiene un claro posicionamiento político y pedagógico. Esto se puede notar cuando sobre el final del montaje se reflexiona acerca de asuntos de la vida pública nacional: Rosario Robles, Lozoya y Borolas son nombrados en su fantástica locura que, también ahí, sancionan la corrupción. También como epílogo se nos invita recordar que la literatura cervantina promueve los valores éticos y morales en las voces de Don Quijote de la Mancha y su fiel escudero Sancho Panza.

En Chiapas se hacen producciones “con lo que hay”, actúan los que estén, como fue el caso esta vez del “Super Inge”. En el caso de este montaje, fue un trabajo de colaboración familiar; la adaptación la hizo Walter Ozuna, la voz en off corrió a cargo de Marisol Suárez, esposa de Walter y también aparecieron a cuadro David Ozuna y Pablo Ozuna, hijos de la pareja antes mencionada.

Finalmente es necesario manifestar que en este Estado sureño, cuna del movimiento zapatista, los creadores se hallan lejos de las élites culturales. Aun así realizan trabajos de manufactura destacable con pocos recursos materiales, humanos y formativos. Baste mencionar que dicha entidad ha estado fuera de la selección por convocatoria de la Muestra Nacional de Teatro desde hace más de quince años y ninguna dirección artística ha tenido la sensibilidad de expedir invitaciones directas, pese a que es una de sus atribuciones. Aquí no sólo nos encontramos lejos de la mano de Dios, sino también de las becas del FONCA. Pues en estas sagradas tierras vivir dignamente sólo del trabajo artístico es una utopía.

Edwin Sarabia

Doctor en Desarrollo Sustentable, creador escénico y crítico teatral. Se ha interesado en procesos de teatro comunitario para la intervención social en comunidades rurales e indígenas en el sur de México.  Su praxis está orientada al uso de las teatralidades y metodologías participativas como detonantes de procesos sociales. Correo: fruxsgia@hotmail.com

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Un Quijote muy chiapanecote

EDWIN SARABIA