Sábado por la noche. Después de una semana cargada de trabajo ¿debería ir al teatro? Uno de los pocos pros que me ha dejado la pandemia, es permitirme asistir a una obra sin moverme de casa. Me resulta cómodo no tener que salir a la calle, reducir el tiempo y la distancia con un solo clic.
Aunque todavía ronda en mi cabeza la pregunta ¿realmente es teatro si estoy viéndolo desde mi computadora? decido darle una vez más la oportunidad a la modalidad virtual. Aún así, temo que me toque ver una mala historia, contada desde una cámara fija, con actuaciones subidas de tono o con recursos cinematográficos muy precarios, como ya me ha sucedido con este tipo de formato.
Para mi buena suerte, ocurre lo contrario. Veo la obra “Giveaway”, que forma parte del Encuentro Estatal de Teatro Nuevo León, cuyo texto y dirección son de Martha Garza. La obra presenta un día en la vida de una influencer, muestra las actividades que ella desarrolla frente a la cámara, como parte de su trabajo, al crear contenido para los seguidores de sus redes, y el contraste de esto con lo que vive en la realidad, pues fuera de la exposición a los medios, la joven transita por una situación personal incómoda, que incluso la afecta profesionalmente, haciéndola perder popularidad.
Me llevo una agradable sorpresa al toparme con una experiencia más cercana al cine que al espectáculo teatral. Esto, lejos de desagradarme, me atrapa, me hace sentir abrazada por la intimidad de la escena, por la buena musicalización y por la calidad del sonido.
La historia logra captar mi atención gracias a la aparición de otros personajes en la obra. Pues, aunque se trata de un monólogo, está apoyado por voces en off que interactúan con la protagonista mediante llamadas telefónicas y mensajes de voz. Esto ayuda a la fluidez de la trama y genera mayor expectativa.
Los distintos encuadres de cámara, la excelente calidad en las tomas y la actuación mesurada de Anahí Montfort, pensando en la cercanía del espectador con la pantalla, también dan un gran soporte al texto.
En ocasiones se puede ver a la protagonista desde la cámara con la que realiza el video para sus seguidores. En otros momentos, sobre todo cuando expresa una emoción de tristeza o preocupación, la toma es cercana a ella y de lado, lo que me hace sentir como una amiga que está ahí, escuchándola.
Sólo hay un detalle que no me permite gozar la obra como yo quisiera, y desafortunadamente es algo que no puedo modificar: mi formación profesional.
Siendo mercadóloga y dedicándome específicamente al marketing digital, deseo quitarme el sesgo de la profesión para adentrarme completamente en la obra y poder disfrutarla, pero me es imposible no pensar en algunas incongruencias.
El personaje es una influencer, con casi un millón de seguidores, con marcas reconocidas que la contratan para hacer promoción como Netflix o Amazon, sin embargo, el escenario en el que graba sus videos es muy simple.
Generalmente, los influencers tienden a crear contenidos digitales muy cuidados, pues gracias a ese contenido atraen a su audiencia y pueden operar como embajadores de marcas. Hacen show off de los lugares en los que se encuentran o de su persona, cuentan con un guión, un equipo de edición, una buena cámara, excelente iluminación e incluso, una pauta para hablar de productos patrocinadores.
En el caso de la obra, la escenografía es tan sólo una tela y dos huacales. La protagonista hace uso de una cámara de teléfono y un aro de luz para sus grabaciones. Esto, puede estar bien para un micro influencer, pero no para una persona que tiene la magnitud de seguidores y de ingresos, a través de marcas de prestigio, a las que hace referencia el texto.
La joven influencer crea videos para distintas redes sociales y entiendo que al momento los está subiendo. Nunca aparece un trabajo de edición, en el que corte o mejore sus intervenciones. Nuevamente, me vuelvo a colocar el sombrero de la mercadotecnia, y pienso que lo más común debería de ser, realizar varias tomas o hacer modificaciones en el material, pues de otra forma el contenido parecería improvisado.
Llama mi atención también que no podamos ver en la línea del tiempo esa edición o el apoyo de un equipo de trabajo que esté detrás de la influencer, como se hace por costumbre en la profesión, ya que todo se presenta en un fast track del día.
En el monólogo, los espectadores sólo damos un vistazo rápido a algunos acontecimientos que ha vivido la influencer a lo largo del día. Pero, llega un momento en que la historia me parece que se vuelve repetitiva. Se muestra una y otra vez el patrón de: la influencer siendo feliz ante la cámara y desdichada detrás de ella. Se presentan constantemente estos acontecimientos, en lugar de complementar las actividades con otros aspectos de su día, que de ser incluidos, podrían dar mayor credibilidad al texto, pues serían más cercanos al trabajo real que desarrolla un influencer.
Por último, la obra culmina con un plot twist, que me parece abrupto y desconectado, sin pistas a lo largo del camino para llegar a él. Esto, me deja algo de desconsuelo, al no poder concluir con un buen sabor de boca la historia, cuya trama y recursos, me hicieron sentir intrigada.
Al final, he pasado una noche de sábado con teatro en casa, que me ha dejado pensando ¿cómo sería esta obra montada en vivo? ¿se presta para un espacio escénico o son los recursos cinematográficos los que le hacen cobrar vida?
Sigo teniendo ganas de regresar a las salas de teatro presencial, pero creo que estamos ante el nacimiento de un nuevo tipo de producto, que hibrida técnicas de teatro y cine para conectar con el espectador a través de medios digitales. Conservaré mi mente abierta ante las muestras de arte que las nuevas tecnologías me dan la oportunidad de disfrutar. Dejaré que el futuro juzgue si estos nuevos acercamientos permanecen arraigados en nuestra cultura.